La desaparación conlleva el peligro latente del olvido, de la falta de continuidad, de la pérdida del testimonio de una existencia, es aquí en donde prevalece el vínculo que perdura y que resulta, para quienes conocimos a la artista, un relevo que nos obliga a preservar su memoria, aseverando la continuidad de un esfuerzo que, como el de Rosalía Soneira, nos allanó el acceso a la asombrosa imposición del arte.